viernes, 21 de diciembre de 2012

- ¡Abuela, para ya de dar vueltas que me estás volviendo locaaaaaaaa! - Pascualita lleva casi toda la mañana encerrada en el barco hundido. No aguanta la hiperactividad de su amiga. Le ha puesto varias veces agua en el  "acuario": primero fría de la nevera y como es del grifo ha habido que tirarla toda y ponérsela del mar. Después ha pensado que tendría frío, ha calentado una olla de agua y por poco cuece a la sirena que ha salido disparada para aterrizar dentro del azucarero, que estaba abierto, sobre la mesa de la cocina. Otra vez ha habido que cambiar el agua y darle un baño a Pascualita. He tenido que ponerme el guante de acero porque es muy golosa y no consentía que le quitara el azúcar que llevaba pegado al cuerpo.

Y todo este jaleo es debido a que faltan muy pocos días para Navidad y a pesar de que tiene hecha la compra, le ha dado por pensar que le falta de todo. Hace listas y más listas, tacha, rompe, vuelve a hacer listas.Todo esto la pone frenética - "¡Estoy segura de que me falta algo! Me daré cuenta cuando ya sea tarde y todas las tiendas estén cerrada ¡Y encima tú no me ayudas!"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaa! ¿Tú nieta no te ayuda? ¡que novedad!... Venga, te ayudo yo. Te dictaré lo que has escrito ... ¿gambón? ¿vas a poner gambón? ¿y cuántos por barba? ¡Seis! ... ¡Guárdame los míos que cuando acabe de comer en el comedor social, vendré. - ¡Lo tiene claro! (le dije) Le dejaré las cabezas, bien chupadas, para que se haga un caldito en su casa. - Que poco espíritu navideño tiene tu nieta... ¡Que cruz tienes con ella!...

Mientras tomábamos el café y el chinchón la Cotilla se ha quedado profundamente dormida y la abuela ha aprovechado para desaparecer. También yo me he quedado traspuesta has taque un ronquido atronador me ha sacado del sopor. La abuela cantaba un villancico en el comedor. Había montado el Nacimiento con un pesebre lleno de animales de granja en el que, a penas cabían San José, la Virgen y el Niño... ¡¡¡Pascualita!!! La pobre sirena estaba envuelta en espumillón dorado pero no estaba contenta con su papel porque lanzaba mordiscos a diestro y siniestro. Con una sangre fría impresionante, la abuela resolvió el problema. Le puso varias gotas de chinchón en los labios y Pascualita se calmó.  La Cotilla se acercó a ver el Belén y no pudo por menos que exclamar al ver un Niño tan feo: ¡A este lo has comprado en los chinos y de rebajas!


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