jueves, 8 de noviembre de 2012


No puedo entender que nos hayan echado" - Y yo no me explico cómo no hemos salido en el Diario, en la sección de sucesos... ¡Que vergüenza! - "Eso es lo que tendrían que tener ellos, que lo tienen todo lleno de bichos ¡Que hay sprays para matarlos, hombre!" - Abuela, no digas burradas.

La abuela quiso ir a Cabrera y como no habíamos estado nunca, me hizo ilusión. En cuanto llegamos al puerto se transformó, poco menos que en Nefertiti. Se dirigió, altiva, a la gente de la cantina diciéndoles que íbamos a dar un paseo y que, en cuanto volviéramos, queríamos comer langosta. Pensé que le había tocado la Primitiva.

Queríamos subir hasta el castillo pero enseguida vimos que nos sería del todo imposible ¡aquello está lleno de lagartijas! Uno de los funcionarios que trabajan allí nos dijo: - Son sargantanes -. Los gritos vinieron acto seguido cuando uno de los animalitos se subió a la zapatilla de la abuela. - "¡¡¡Aaaaayyy!!! quitamelo de encima. ¡Que me muerooooooo!" - Comenzó una danza a base de saltos y carreras, subida de faldas, manotazos al aire buscando aliento y lo gracioso era que, por más vueltas que daba, los dragones le iban detrás. - ¡Abuela, párate! ¡No muevas tanto los brazos que acabarás abriendo el termo de Pascualita! - "¡¡¡Corre, corre!!! Si son así las fiestas que montan aquí los Concellers,¡ no me gustan!" - Tal como temía, el tapón del termo rodó por los suelos y la sirena, al verse libre, salió disparada para darse un buen batacazo contra el suelo. Durante unos segundos, las sargantanes se apartaron pero viendo que lo que les había caído del cielo era comida, vinieron presurosas con la boca abierta . A mi nunca me han gustado estos bichos. NUNCA, pero hice de tripas corazón y con un palo los aparté. Aún tengo la carne de gallina. Pascualita se retorcía sobre la tierra y acabó rebozada. Para más inri, una gaviota y dos cormoranes también pensaron que aquello que se retorcía allá abajo sería un buen bocado para la merienda. Y tuve que luchar contra ellos usando la mochila como arma - ¡Abuela, coge a Pascualita! - Pero ya no estaba allí. La vi bajar hacia el puerto a una velocidad que nada tenía que ver con su avanzada edad.

Cuando llegué a la cantina, cansada, sucia y con Pascualita en mi escote, la abuela discutía: - ¿Y la langosta y el champán francés?... ¡No, no somos políticas!...Somos las que pagamos sus saraos ¡Y queremos tener los mismos derechos! ¡¡¡Quiero el champán que nos tocaaaaaaa!!!

Finalmente, la guardia civil nos dejó ir. - Fíjense que este verano no soltaron tortugas, como es tradición, porque no había dinero y en cambio sí lo hay para sus fiestas privadas. Váyanse que no es a ustedes a quien hay que encerrar.

Ni unas copitas de chinchón pudieron con la mala sensación de haber estado rodeadas de lagartijas.

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