sábado, 17 de noviembre de 2012

Esta mañana me ha despertado un chapoteo fuerte y constante. He remoloneado un poco en la cama pero el ruido no paraba así que, contra mi voluntad, he dejado las acogedoras sábanas para ir a ver qué pasaba.

Pascualita estaba frenética. Nadaba a toda velocidad dando vueltas y más vueltas a la bañera rosa como si quisiera batir un récord, de repente daba un salto poderoso como jamás le había visto hacer y caía en plancha derramando agua por todas partes - ¡Basta ya! al final tendré que fregar todo el comedor por tu culpa. ¡¡¡Paraaaaaaa!!! - Pero era como hablar con Pepe. Ella seguía a lo suyo.

La abuela a venido en pijama - "¿Por qué gritas a éstas horas?" - Mira ésta loca como está poniéndolo todo - Sin pensárselo dos veces metió la mano en el agua para apaciguar a su amiga. Inmediatamente Pascualita se aferró a un dedo y se frotó contra él, igual que muchos perros han hecho en mis piernas, de ahí viene el arte de dar patadas que tanto le gusta al Médico.

La abuela hizo un movimiento para apartarla y entonces recibió un mordisco de los que hacen época y empezó a correr dando vueltas a la mesa del comedor - "¡¡¡ Aaaaaaayyyyy. Quítamelaaaaaaaaa. Aaaaaaayyyyy!!!" -  Fui a por el guante de acero, cogí a la sirena y de un tirón seco, la arranqué junto a un minúsculo trozo de dedo. Este ya había empezado a hincharse y tenía pinta de convertirse en descomunal.

- "¿Está en celo?" - preguntó llorosa - "¿Qué vamos a hacer?" - Buscarle un novio jijijijiji - "Corre a una tienda de peces y comprale una sardina hermosa" - Querrás decir hermoso jijijijiji... Ahí no venden sardinas. Además este bicho se comerá el pez en cuanto lo soltemos en el agua - "Prefiero que se lo coma a él y no a mí... ¡Vete y no vuelvas sin solucionar el problema!"

Cansada de dar vueltas por la ciudad buscando un don Juan sin encontrarlo, acabé en la tienda de los chinos donde me atendió el señor Li. ¿A ver cómo le contaba yo a un chino que quería un pez para... calmar el ardor de una sirena más fea que Picio? Lo hice como buenamente pude y él se presentó ante mí con un paquete muy bien hecho. No me quiso cobrar (cosa que estuvo muy bien) y se empeñó en acompañarme a casa (eso ya no me gustó). Me picaba la curiosidad por saber qué demonios había entendido aquel hombre.

Al verle, la abuela cambió de color y me susurró - "¿Qué hace éste aquí?" - Señola Abuela. Yo tlael lo que tu pedil... Milal... - Al abrir el paquete sacó una sirena de plástico, le dio cuerda y la metió en el "acuario" rosa. Pascualita no apareció por ningún lado. La abuela, apurada, me hizo una señal con los ojos ¡Estaba en el suelo, agarrada a una pata de la mesa y se frotaba contra ella, con la mirada perdida y una sonrisa de éxtasis en la boca! Afortunadamente conseguimos que el chino no la viera y cuando se fue, un poco precipitadamente porque a la abuela solo le faltó cogerlo de una oreja y echarlo escaleras abajo viendo que el hombre no parecía tener prisa, suspiramos aliviadas. Ahora solo faltaba saber cómo acogería Pascualita a la sirena intrusa que nadaba en su "acuario"

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