- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! - ¡Pues si que viene ésta pronto! - Estoy muy enfadada con vosotras. Eso no se le hace a una amiga - ¿Qué amiga? - Dile a tu nieta que se deje de coñas o no respondo. - "¡Caray!" - ¿Por qué no me llevaste a Cabrera? ¡Yo también quiero comer langosta gratis! - "Anda, siéntate que te lo explico" - ¿No desayunará con nosotras, verdad? - Ya que estoy aquí...

Pascualita asomó la cabeza entre las algas del fondo de su "acuario". Estaba dolorida por el golpe que se dio al saltar del termo al suelo y cansada de luchar contra las sergentanes que se la querían comer. A mi me dolían los brazos de hacer con ellos aspas de molino, cargados con la mochila para ahuyentar a los pájaros que también se la querían merendar... En parte, la envidio. A mi también me gustaría que me quisieran comer porque aún estoy que crujo, aunque cada día menos.

Después de que la abuela pusiera a la Cotilla al corriente de lo acaecido ayer a la vecina se le suavizó el ceño - Bueno, después de todo, vosotras tampoco habéis comido langosta... jejejejeje... - ¡Envidiosa! ... Abuela ¿por qué se lo has contado? - "Porque se coge antes a un mentiroso que a un cojo. Fíjate sino en los consellers que fueron a Cabrera. Sus explicaciones atufan y eso que ellos están acostumbrados a mentir"

Por la tarde el ambiente que reinaba en la salita era denso. La Cotilla, que tiene a su estómago como si fuera un dios, rompió el hielo - ¿Es que no vamos a brindar con chinchón? - "No hay ningún motivo" - Ejem... siempre hay alguno... ¿Se ha terminado la botella? - "¡No me hables de la Botella que me subo por las paredes!" - Me refería a la del chinchón... - La abuela se levantó de un salto, asustándonos - "¡No hay chinchón que valga! Ahora mismo nos vamos a casa de Blas. Hay que entretenerles, acompañarles, que no se sientan solos, evitar que piensen mucho en lo que se les viene encima. ¡No quiero que haya otro suicidio por los desahucios! Si a mi amigo le pasa algo... durante mucho tiempo no habrá nada por lo que brindar"