viernes, 12 de octubre de 2012

- ¡Menudo chaparrón me ha caído encima! Era como si se hubieran abierto los cielos. -  ¿Ha aprovechado para ducharse? Buena falta le hace. - Cada día es más deslenguada esta nieta tuya ¡Para que lo sepas, me duché la última semana de septiembre! Si todos hicieran como yo no habría restricciones de agua. - Aún tendremos que estarle agradecidas...

- "Esta mañana no has dado el grito de todos los días? ¿Eso quiere decir que has dejado de lado la idea de entrar a robar los cepillos de las iglesias?" - ¡Que va! Es algo que siempre tengo presente  y si algún día voy justa de presupuesto, lo pongo en práctica. Lo que pasa es que, debido al remojón siento un poco de carraspera y no quiero forzar las cuerdas vocales - Fuércelas, mujer y denos una alegría.

- Este cacharro está lleno de agua.. lo vaciaré y podréis ponerlo bajo la gotera si vuelve a llover - Y sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, cogió la pecera (en la que, afortunadamente, Pascualita no estaba) y tiró el agua a la calle luego se lo llevó a la cocina

- Abuela, un día la mataré o ella acabará con mis nervios - ¿A qué viene tener una pecera vacía en el centro del aparador? Sois rara hasta decir basta ... Bueno, me voy a ver si saco unos euros a la salida de  misa de la Catedral. Hoy es fiesta y van las autoridades... Pero a la hora de comer estaré aquí como un clavo.

A la hora de prepara la comida la Abuela cogió a Pascualita del "acuario" y la metió en la pecera y se la llevó a la cocina. La oí hablar con la sirena un buen rato hasta que, de repente, un grito desgarrador me sacó de mi somnolencia. Corrí a la cocina y me encontré a Pascualita flotando en el agua, lacia y con un color más feo que de costumbre - "¡Se ha muerto! ¡Se ha muerto!" - La saqué del agua y le hice el boca a boca sin pensar en ls consecuencias que tendría para mi boca un buen mordisco del bicho - "Ay, Dios mío, sálvala, por favor" - clamaba la abuela. Poco a poco Pascualita fue volviendo en sí. La abuela la acunó durante un rato,  más contenta que unas castañuelas. Una intuición me llevó a probar el agua de la pecera.

Mientras tomábamos el café después de comer y la Cotilla nos contaba lo poco que le había cundido el viaje hasta la Catedral, dejé caer una pregunta que no venía a cuento. - Después de vaciar la pecera ¿volvió a llenarla con agua del grifo? - ¡Claro! . Ya que no tiene pez, por lo menos que tenga agua - Instintivamente, la abuela arrebató la botella de chinchón de la mesa diciendo - Pues lo que es hoy ¡tú no bebes!

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