sábado, 15 de septiembre de 2012

Esta mañana la abuela ha dejado la cocina empantanada, ha cogido el monedero y sin decirme a dónde iba, a salido a la calle. Así que he tenido que terminar de hacer las cosas yo: Cuajar la tortilla de patatas (luego me dirá que falta huevo), freír los escalopes (¡tendrán mucho aceite!), cortar las verduras de la ensalada (estarán o muy grandes o muy pequeñas) a los bocadillos les faltará aceite o jamón o vaya usted a saber. Pero hemos quedado con Andresito y su hijo el Médico, que vendrán a buscarnos dentro de una hora para irnos de excursión.

Ya estábamos todos dentro el coche, bultos incluidos y solo faltaba la abuela. Finalmente la hemos visto llegar, acalorada, con un paquete en las manos - "¡Esperadme un momento que subo a casa!" - De paso, ponte el bikini que aún se te va a olvidar (dijo Andresito guiñándole un ojo) - "¡Que más quisieras tú, ladrón!" - Puedo asegurar que algunos peatones se pararon, asombrados, a mirarlos.

La excursión era en barca. No era pequeña pero a mí todo lo que sea menor que un trasatlántico me parece una cáscara de nuez y reconozco que he dado un poco la nota. El Médico, que es el dueño, ha navegado cerca de unos acantilados enormes que, todos decían que eran preciosos. No me he percatado de ello, sino de que estábamos muy lejos de tierra - Nena, no podemos acercarnos más porque hay rocas en el fondo. -  ¡¿No ves que te vas a Barcelona?! - "Déjala que es tonta" - El pobre ha hecho lo que ha podido para que disfrutara de la vistas pero ¿por qué tiene que haber olas (olitas) más grandes que otras? - ¡Ay. Vamos a volcar! - Hartos de oírme, han echado el ancla y se han metido en el mar. - ¡¿Aquí?!... Está negro... Huy, aquí no me meto que aún me acuerdo de la pelicula de Tiburón...

He pasado más calor que un tonto, en cambio ellos han acabado como su madre los trajo al mundo mientras reían y jugaban como niños. Cansada de que me llamaran tonta y achicharrada como una gamba, he buscado la manera de meterme en el agua sin tener que tirarme, no sea cosa que alguien me espere abajo con la bocaza abierta. Al deslizarme por la borda, junto a los bultos de la comida, vi uno que estaba dentro de un cubo y tapado con un pareo de la abuela. Se me ocurrió destaparlo y me caí al agua con gran estrépito.

- ¡Abuela... estás loca! ¡Ayúdame que me... ahogo!... ¿Cómo ...has podido? - ¿Qué le pasa a tu nieta? - "Se le acerca la menopausia y está rarísima... A ver si haces algo, bonito (le dijo al Médico) que no quiero morirme sin tener un bisnieto" - Pensé que me moría y la egoísta de mi abuela solo piensa en el bisnieto ¡Pues si me muero, a ver de dónde lo saca!

De vuelta a la barca, mientras el Médico se preocupaba por mí y Andresito de las cosas de la comida, la abuela sacó lo que yo había visto en el cubo: una jaulita, atada a un cordel, con Pascualita dentro. La metió en el mar y allí la mantuvo un buen rato hasta que su novio la llamó para comer. Por la tarde (porque tuve que soportar el mareo de la tarde) después del baño que se dieron ellos, volvió a meter a la sirena en el mar. Lo hizo con tanta naturalidad que nadie se dio cuenta.

Ya solas en casa me dijo que, ya que íbamos a ir en barca, era lógico que Pascualita participase, al fin y al cabo es su hábitat, así que fue a la tienda de los chinos a comprar la jaula. Allí se encontró con el señor Li que la entretuvo, por eso llegó tarde. - No creo que Pascualita esté tan contenta como tú. Le has puesto la miel en los labios y luego se la has quitado. - Fuimos a verla, dormía plácidamente sobre el lecho de arena del "acuario".

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