domingo, 30 de septiembre de 2012

Es domingo y el desayuno es sagrado. La ensaimada, el colacao, el Diario y la tranquilidad. Hasta Pascualita nada despacito, disfrutando de cada rincón de su "acuario" rosa. La abuela hace el crucigrama grande, enfadada aún con quién lo cambió de sitio (le duran mucho los mosqueos). En fin, un domingo como Dios manda. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaa! - ¡Oh, no!

Pascualita, irritada, dio un salto mortal y se escondió en el barco hundido. A mi se me cayó en el cola cao el tozo de ensaimada que iba a meterme a la boca y me puse perdida. La abuela lanzó un suspiro - "¿Qué pasa, Cotilla?" - Vengo a trabajar ¡Hale! despejad todo esto. Venga, niña, llévatelo todo a la cocina que voy a empezar por el comedor - ¡Abuela, dile algo!

Pero no se lo dijo. Desde la cocina oímos sus salmodias como si fuesen mantras tibetanos. Nos acercamos a la puerta, sigilosamente, a escuchar: - Aserejeeee, jaaaaaa, dejeeeeeeeee... - ¡Abuela! (susurré enfadada) pero se conformó con levantar los ojos al techo. Al cabo de un rato un resplandor me llamó la atención. Había encendido los cabos de velas requisados de las iglesias, había más de los que yo había visto - (¡Quemará la casa!) - La abuela no empezó a reaccionar hasta que vio que usaba a Pepe como candelabro - ("Tendría que entrar...") Poco después nos alertó el ruido del agua - (¡Está empapando las paredes de agua bendita con ayuda de la escoba vieja!) - ( "¡Déjala!") - (Es que, además de vieja ¡está sucia!) - La abuela se asomó y dio un alarido - "¡¡¡Cotilla, para.!!!" - Estaba extendiendo el aceite que sacó de las vinajeras de la parroquia del barrio. Paredes,  muebles y suelo presentaban un aspecto deplorable - "¡¿Sabes lo que me va a costar limpiar esto?!" - le gritó. - ¡Que susto me has dado! ¡No entres que tengo a los fantasmas concentrados junto a la lámpara del techo! - Abrió el balcón de par en par y con el aire del gran abanico procedió a desalojar a los intrusos. Levantó tanto viento que desplazó la llama de una vela y prendió en una de las flores artificiales que había en un jarrón. En un momento el incendio creció y mientras nosotras gritábamos, histéricas, la Cotilla cogió la bañera rosa y la vació sobre las llamas. - ¡¡¡Noooooo!!!

Se acabó el incendio y la paciencia de la abuela. Por el balcón salieron, no sé si las ánimas pero sí el abanico, la garrafa de agua, la botella de aceite y toda cuanta vela había, suerte que al ser domingo, había poca gente en la calle. La Cotilla llevaba el mismo camino pero llegué a tiempo. Le susurré a la abuela que Pascualita estaba bien. Algo conmocionada, eso sí, pero se le pasaría.

 Antes de salir a toda prisa de mi casa la Cotilla aún tuvo el valor de decir - ¿Pero no me pagas?    

No hay comentarios:

Publicar un comentario