martes, 11 de septiembre de 2012

Bien temprano saqué los bultos que la Cotilla ha ido dejando en "su" cuarto, al rellano de la escalera y cuando me fui a trabajar ya no estaban. ¡Ay, que alegría habernos desecho de la pesada ésta! La abuela es una gran actriz porque llegué a creer que era cierto que veía algo desagradable, incluso pensé que era el abuelo. ¿Qué hará para llorar con tanto realismo?

Al llegar a casa me esperaba un estupendo guisado de albóndigas ¡para dos! Cuando le pregunté a la abuela por el método que usó para llorar como una Magdalena, me soltó - "Dejé que Pascualita me mordiera un dedo ¡Mira que hinchado está! pero el sacrificio no fue en vano porque conseguí lo que me proponía. Me hiciste ver que era o Pascualita o la Cotilla y claro, no hay color" - No pude menos que admirarla.

- ¡Avemaríapurísimaaaaaaaaaaaaa! - "¿No me digas que vienes a comer?" - Os he puesto una denuncia y traigo al Municipal para que haga un registro - "¿ Por qué?" - Por quedaros con mis cosas, a eso se le llama robar. - El Municipal, cariacontecido, dijo que no le quedaba más remedio que hacer lo que le habían ordenado - Me apresuré a ofrecerle un vaso de agua fresca mientras iba a la cocina, cogía a Pascualita y la metía en mi escote. No fue el mejor momento para hacerlo porque el bicho dormía profundamente y su despertar es terrible.

El Municipal terminó su trabajo sin encontrar los trastos de la Cotilla. Mientras, Pascualita daba señales de vida y yo temía por mi integridad física y me movía nerviosa - ¡Registrela, guardia! Tiene algo mío escondido!. - El hombre se puso como un tomate. Yo no podía esperar más. Saqué a la sirena y se la tiré a la Cotilla pero la esquivó y fue a caer en la tripa del Municipal. Llevaba dos botones de la camisa abiertos, los que le abotonan la gruesa barriga cervecera. Pascualita se sujetó con fuerza a la pelambrera de oso que luce el hombre y se introdujo, camisa abajo hasta dar con el cinturón que le cerraba el paso a lugares más blandos. Eso la enfadó más aún y arreó el primer mordisco al que siguieron una serie completa, además de mi ya especializado tirón para arrancarla de allí. La escondí en el bolsillo antes de que la descubrieran.

Mientras el Municipal gritaba como si le estuviesen arrancando la piel a tiras, llamaron a la puerta. Era el señor Li. - Hola (dijo haciéndome una reverencia) ¿Tenel fiesta? (¿qué podía decirle yo? Pues que sí) Yo avisal de que tengo las cosas de la Cotilla. Ella lobal cosas mías, yo cogel cosas suyas.

Después de que el Municipal denunciara a la Cotilla por atacarle ¿? y que a ésta no le gustara que el señor Li se quedara con sus cosas - ¡Es un rencoroso este chino! - nos sentamos a descansar. Entonces la abuela, sacando tres copas y el chinchón, hizo un brindis: Por Paquita, la leona que ha vuelto a su casa.   

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