martes, 21 de agosto de 2012

Hemos ido todos a la playa. Menuda solana hemos cogidooooo. La cotilla parece una gamba. No hay quien la toque porque salta como un resorte. Se ha traído una crema casera a base de aceite usado que apestaba a fritura y después de embadurnarse bien el cuerpo, se ha tendido en una toalla y la ha dejado llena de lamparones. Ahí hemos tenido la primera discusión ella y yo porque, por "equivocación" la toalla que había cogido era la mía. - Tendré que tirarla (este comentario ha originado otro altercado) - Antes de hacer eso ¡acuérdate del Amazonas, descerebrada!

La abuela ha convencido a Andresito para ir a pasar el día a Camp de Mar, cosa que no le ha costado nada, lo malo ha sido cuando ha mencionado a la vecina, lo oía gritar a través del teléfono - ¡¡¡No, no y no, Pídeme lo que quieras pero eso no!!! - El hombre ha expuesto, claramente su postura y la abuela también - "Entonces yo tampoco voy (dijo ella suavemente)... ¡ah! y ves olvidándote el fin de semana de vértigo en tu Torre... que no, que no. Yo solo tengo una palabra. Me quedaré en casita viendo las chorradas de la tele y pensando en lo bien que podríamos estar pasándolo si no fuera por tu intrasigencia... Eres muy egoísta (aquí simuló un sollozo)... quizás deberíamos dejar de vernos durante un tiempo..." - Cinco minutos después la Cotilla era, oficialmente, invitada a venir con nosotros.

La vecina ha comido paella a dos carrillos hasta dejar la paellera límpia de polvo y paja. Estábamos atónitos. - ¿Qué pasa? - ¡Reventará! - Guardo para cuando no haya. Los pobres tenemos que espabilarnos - Al final ha pedido un helado grande y lo ha esparcido por su cuerpo - ¡Estoy ardiendo! - Poco a faltado para que los camareros nos sacaran de allí a patadas.

Antes de salir de la playa nos hemos duchado pero la Cotilla seguía estando pringosa y encima nos daba la lata haciendo propaganda del dichoso potingue -  Este invento es fabuloso ¡probádlo! En vista de que el pringue no se le iba, Andresito se ha plantado - En mi coche no viene... y ya puedes llorar lo que quieras que por ahí no paso ¿No ves domo huele!. - La Cotilla cada vez estaba peor. Tenía una insolación de caballo. Se había pasado unas horas al sol y acabó frita gracias, también, al aceite. La abuela solucionó el problema. Llamó a Urgencias y poco después íbamos la Cotilla y yo en una ambulancia, con la sirena a toda pastilla, camino de Son Espases. Mientras el médico me echaba una bronca descomunal por haber dejado que una mujer tan mayor se quedara dormido al sol, la Cotilla roncaba, plácidamente, en la camilla.


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