domingo, 8 de julio de 2012

El sonido de la tele a vuelto a despertarme. La Cotilla no quiere perderse encierro de los Miuras. - Ya podría traer unas ensaimadas y así no tendríamos que ponerlo todo nosotras - ¿Debo repetirte que soy una pobre jubilada con una pensión irrisoria? - No, déjelo... -  Tu abuela está hablando sola otra vez... ¿siempre hace lo mismo por las mañanas?

Sentadas ante la tele esperamos a que la abuela nos sirva el desayuno - "¿Ya has ido a por las ensaimadas?" - me grita desde la cocina - No. Es que no quiero traer tres - Pues trae dos, a ti no te hacen falta con ese cuerpo de ánfora romana que tienes... ¿No sabes cómo son? ¡Anchas de cintura! - (¡maldita bruja!)

Nos tomamos el desayuno en plena carrera por la calle Estafeta. Es mal momento porque los incidentes nos hacen atragantar y tosemos como descosidas. Al final resulta que "no ha pasado nada" y nos sentimos un poco desilusionadas.

Un rato después salimos hacia la playa con Andresito, el Médico y Pascualita metida en el termo. Le he montado un mitin a la abuela a cerca de lo peligroso que es llevar a la sirena al mar  pero dice que lo tiene todo controlado.

En la playa la abuela se queda en monobikini, negro por supuesto, mientras "estos" sigan con los recortes. Como no podía ser menos, la braga está salpicada de lentejuelas. Es premeditado porque, según dice,  cuando el sol se refleja en ellas y rebota en los ojos de Andresito el hombre se pone como una moto.

Después de jugar un buen rato en el agua derrochando energía por los cuatro costados (no sé de dónde la sacan) se pusieron melosos. También el Médico estaba de lo más pegajoso pero yo no podía concentrarme porque estaba pendiente del termo que la abuela llevaba colgado del cuello. Pascualita debía estar frenética al no poder salir de allí. De repente vi como el tapón saltaba por los aires ¡lo había desenroscado! y tras el salió la sirena y se zambulló en el mar. Grité como una posesa empujando al médico, que nada mucho mejor que yo, para que cogiera a Pascualita - ¡¿Qué es lo que tengo que coger?! - ¡¡¡Ese pez. Corre, corre, que se escapa!!! - Por su parte, la abuela apremiaba también a Andresito. Ambos hombres, sin saber de qué iba la cosa, habían formado una barrera ante Pascualita que estaba desconcertada y no sabía hacia dónde tirar. Al final escogió el camino más corto y atacó a quienes le cortaban el paso. Al clavar sus dientes en las partes blandas del Médico se produjo la natural reacción: gritos, aspavientos, lágrimas y saltos olímpicos. Pero yo pude rescatar a nuestra amiga dando un buen tirón que agudizó, más si cabe, los gritos del Médico.

Ya en la arena y con Pascualita guardada en el termo, quisimos comprobar los desperfectos pero el pobre Médico se opuso. Estaba dolorido y azorado porque el veneno había hinchado sobremanera la zona mordida - "¡Hija de mi vida, con algo así y un poquito que pongas de tu parte, pronto seré bisabuela!

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