martes, 27 de marzo de 2012

- "¡La Justicia tiene sentido común! si todos tenemos que apretarnos el cinturón ¡y de qué manera! también tienen que hacerlo los políticos que nos obligan a ello. Un razonamiento lógico a todas luces que no entra en las entendederas de la Cúpula... ¿por qué? ¡ah! deben creer que son como los linces, una especie en peligro de extinción y nada más lejos de la realidad ¡proliferan como los topillos de La Mancha! Y si tienen que hacer más horas sin cobrarlas no hay que subirlos a los altares porque muchos otros funcionarios, tan capacitados o más que ellos, ya lo están haciendo. Siempre se ha dicho que hay que predicar con el ejemplo pero parece que ésta máxima no la conocen... ¿Y ahora qué pasará? pues que tendrán que devolver los cuartos que se subieron porque sí y porque son más guapos que nadie... ¡Ay, Pascualita, serás la Reina de los Mares cuando vuelvas a tu hábitat con todo lo que te estoy enseñando!"

- ¿Me estás hablando? - "No... como la sirena ya sabe la receta de las natillas, la estoy poniendo al día de las cosas que pasan por aquí... ¡Mírala qué guapa es y con cuánta atención me escucha! Ya podrías tú hacer lo mismo que no hay mejor consejo que el que da una abuela a su nieta" - Me los sé de memoria: búscate un novio; ten un hijo; echa una cana al aie día sí y el otro también, etc. etc... - "¿Y por qué no lo haces? además, novio ya tienes" - ¡Me acabo de enterar! - "No te hagas la tonta. El Médico se pirra por tus huesos" - Será deformación profesional. Además, es muy cansado estar con él - "¿Ah, sí? ¡Cuénta, cuénta! ¿Sabe hacer virguerías?" - ¿Pero es qué no sabes pensar en otra cosa? - "¿Hay algo más importante?" - Es pesado porque, cuando estamos juntos, no es felíz si no le arreo algún porrazo. Y si un día se me va la mano puedo desgraciarlo de por vida - "Si eso lo hace felíz ¿qué te cuesta?"

Llamaron a la puerta y ahí estaba el Municipal más guapo que un San Luís con su nuevo uniforme. Traía una órden de registro - ¿Otra? - Si por mí fuera no volvería a pisar ésta casa - "¿Quién es?" - preguntó la abuela desde la cocina - ¡El Municipal! - "¡Ay, Dios mío! Esta vez viene a por mí" y su voz sonaba a lamento - No, señora. Ni lo sueñe. Vengo a lo de siempre aunque ¿no sé para qué? - "¿Seguro que no viene a detenerme?" - Pero, abuela ¿a qué viene esto? - "Es que creo que soy corrupta... ¿Cree usted que saldré en la tele junto a Urdangarín y Matas?" - El Municipal me miró perplejo - ¿De qué habla? - ¡Yo que se! - Un ligero movimiento del vestido me bastó para saber que Pascualita estaba en su escote - Voy a proceder al registro - y se encaminó hacia el cuarto de la abuela - "¡No encontrará nada..." - Me lo imagino - ... "¡Es que no lo compré! Lo siento, lo siento" - ¿Qué es lo que no has comprado? - "El... el billete del tren... Lo cogí en Consell y... no vino el revisor..." - Bueno, pagarías al final para salir por las puertas automáticas... - "¡Sí, hombre! Me bajé en una estación que no las tiene... ¿Quiére un cafelito, señor guardia?" -

El registro duró cinco minutos escasos. Al hombre no se le ocurrió mirar entre las ropas de la abuela. Ella, rastrera, iba tras él lloriqueando y no se daba cuenta de que Pascualita resbalaba en su interior. Por más señas yo le hacía no me prestaba atención. Acabé cogiendo a Pepe y se lo lancé a la cabeza justo en el momento en que se inclinó para coger no sé qué y le dí de lleno al Municipal - ¡Huy! Perdone, es que se me ha escapado Pepe y... - ¡Me voy! Solo me faltaba que una cabeza decapitada tuviera vida propia... Si el Jefe quiere registros que venga él, antes está mi salud que el trabajo - Y se encaminó rápidamente hacia la salida seguido de la abuela que no dejaba de lado su babosa letanía - ¿y una copita de chinchón?... ¿seguro que no me denunciará?... tengo unas pastitas de té de Navidad que aún están buenas ¿quiere una?" -  !Aaahhhggg! ¿Qué es esto? - Pascualita acababa de estamparse contra el suelo y se revolcaba de dolor, parecía una babosa repelente. El Municipal levantó el pie dispuesto a aplastarla y entonces a la abuela se nubló el entendimiento y le dio tal empujón que el pobre rodó el primer tramo de escalera. Aturdido,  preguntó - ¿Por qué? - "Por despreciativo"




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