viernes, 30 de marzo de 2012

Esta mañana han llamado a la puerta y ¡oh, sorpresa! Blas estaba en el rellano, tan guapo como siempre y mucho más moreno - "¿De dónde vienes, de Alaska o de Canarias?" - le ha preguntado la abuela.

Creo que, cuando la Cotilla se despierta, baja a poner la oreja en la puerta de casa porque sino, ¿cómo se entera tan pronto de lo que nos ocurre?. A penas Blas había tenido tiempo de sentarse cuando ha entrado como una tromba hasta el comedor - ¡Pero, bueno! ¿Qué haces aquí? - Eso mismo le pregunto yo a usted, pesada. ¿Qué pinta en una reunión a la que no la han invitado? - ¿Estás oyendo a tú nieta?... Que pena que no la manden a sustituir a Blas, por lo menos tendríamos unos meses de tranquilidad - Veo que todo sigue igual por aquí, jajajajaja. Ahora sí que me siento como en casa.

Por supuesto Blas se quedaría a comer - " Haré bacalao al pil pil" - Mejor que no - "Bueno, si no te gusta... pues con tomate" - El otro meneó la cabeza - "¿Tampoco? ... pues al horno... ¿asado? ... ¿A ti te gusta el bacalao, verdad?" - Ya no. Todo este tiempo he trabajado limpiándo bacalaos y además lo he comido de mil maneras y ahora no puedo verlo ni en pintura - " Bueno, ya veré que hago... Dime ¿Son bonitas las Auroras Boreales?" - Preciosas... - . -"Me parece que te has dado una buena vida allí, mucha playa, caipiriñas y salsita y merengue para bailar" - ¿En Alaska? No he pisado una playa ni borracho. El agua está helada, además como he ido en invierno, siempre era de noche - "¡Mentiroso! ¿Y ese colorcito caribeño?" - Es moreno de albañil. De la nieve - "Debes haberte alcoholizado porque dices muchas tonterías... Bueno, bueno, si no quieres, no lo cuentes" - Pero si es verdad. - Fue inútil. Por más que juró que las cosas eran como él las contaba, ni la abuela ni la Cotilla, le creyeron y finalmente pasaron de él.

En la cocina, mientras recogíamos los platos vi que la abuela estaba enfadada. Llevaba el broche con Pascualita, algo entrada en carnes. - "Pobre sirenita. Con la ilusión que le hacía que el tontaina éste contara cosas de los mares del Norte para saber cómo viven allí los peces y lo único que sabe decir es que ha limpiado mucho bacalao... Me he llevado una desilusión" - A Pascualita le importa un pimiento lo que haya hecho Blas y tú eres una incrédula. ¿Cómo va a ir a la playa en invierno si estaba cerca del Polo Norte? - "Este es otro como tú. Se amilana por nada. Está en un País extraño y no lo disfruta ¡A buenas horas iba a quedarme yo en casa. Si hay que ir a la playa, se va porque, a ver ¿quién sabe cuándo volverá éste a Alaska?"

La abuela metió a Pascualita en la pecera para que respirara y se la volvió a colocar de broche. Yo estaba dispuesta a poner un poco de paz y cordura a la sobremesa y con mi mejor sonrisa, pregunté si todos querían café - ¡Y chinchón! - soltó la Cotilla - ¡Encima, gorrona! - le contesté pero fui a por la botella y las copas. La abuela, muy digna, miraba a Blas con la cabeza alta, como si él fuera su vasallo. Pascualita notó que algo no iba bien, su amiga estaba en tensión. Siguiendo su mirada supo que el responsable era el tío que estaba sentado a su lado y sin pensárselo dos veces (porque este bicho no tiene esa cualidad) le lanzó un chorrito de agua envenenada.  Antes de decir amén el pobre Blas se retorcía de dolor, con un ojo a la funerala y maldiciendo en arameo. Aún es la hora en que la Cotilla tiene que averiguar de dónde salió el chorrito.

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