domingo, 19 de febrero de 2012

Ante la imagen del catamarán encallado sobre el islote ibicenco, la abuela dice que bien podrían dejarlo ahí y usarlo como monumento al turismo con un eslogan que dijera "Le llevamos de su casa hasta la puerta del hotel" Más comodidad, imposible. Eso sí que sería un verdadero "todo incluído". - ¿Vamos a tomar el sol al Arenal y a jugar unas partiditas de mini golf. - "¿Por algo especial?" - Me he levantado con este antojo - "¿Qué te ha hecho el Médico?" - Nada que yo no quiera ¿Qué te parece el plan? - Salimos de casa llevando en la mochila unos bocadillos, dos cervezas y una botella de agua - "¿No puedes beber cerveza como todo el mundo? Eres sosa hasta para eso" - También venía Pascualita ¿cómo no? y llevaba dos tipos de transporte: el termo y el artilugio del broche. - Quiero que aprenda lo que es un mini golf y cómo se juega, por si alguna vez vuelve a su habitat y..." - Sí, sí, sí... - Al salir a la calle tropezamos con la Cotilla y que, en cuanto la abuela le contó a dónde íbamos y a lo que íbamos, se apuntó. En un plis plás estuvo lista y nos fuímos a la parada del autobús, aunque a mí ya me daba lo mismo ir que quedarme en casa.
Con los palos de golf en la mano decidí dárles una lección de cómo se juega a las dos cotorras, luego ví que no era tan fácil atinar en los puñeteros agujeros. Cuando me quise dar cuenta ellas estaban bastante alejadas de mí, pero por delante, me había atascado en una de las pistas y por más que lo intentaba, la pelotita no entraba por el túnel colocado sobre una cuesta y lo peor eran las risas y los comentarios de las dos viejas - ¿No íbas a ganarnos de calle? jajajaja... - Después de dos partidas, que pagué gracias a lo bocazas que soy: - ¡Quién pierda pagará la próxima partida! - descansamos un poco. Entre risas me contaron que, de jóvenes, no tenían rival jugando al mini golf y aunque hacía muchos años que no lo practicaban, quién tuvo, retuvo. Luego la abuela provechó el parón para ir al baño y colocar a Pascualita en el broche. - ¡Con lo feo que es y el cariño que le has cogido! No lo entiendo, yo no lo querría ni regalado - Empezamos otra partida y en seguida fueron alejándose de mí. Estaba tan concentrada en hacer bien las cosas que el grito de la abuela me pilló desprevenida. Pascualita se había soltado del broche y caído al agua de un pequeño lago - "¡Corre, corre!" - me gritaba mientras la Cotilla reía - Déjalo jajaja, si es más feo que un dolor. Acabas de hacerte un favor jajaja - Ví a la sirena debatiéndose en el agua y le grité al encargado - ¡¿Es agua de mar?! - No - dijo el hombre, confuso ante tanto jaleo por una tontería. Entonces, sin pensar, me dejé caer al agua. - ¡¡¡Dios. Está helada!!! - Casi no podía andar del dolor que me producía el frío. Cogí a Pascualita y se la entregué a la abuela que, satisfecha por tener a su amiga sana y salva, se desentendió de mí. Fue el encargado quién me ayudó a salir mientras me ponía a caldo y declinó toda responsabilidad de mi, muy posible, pulmonía. Con la ropa mojada, la piel azul y helada hasta la punta del pelo, me senté en el petril del paseo para que el sol me calentara. Eso ocurrió unos segundos antes de que una nube negra lo tapara y un vientecillo frío arremolinara los papeles del suelo. Volvimos a casa en taxi. Me pasé el resto del domingo tiritando bajo siete mantas, con tanta fuerza que hasta la cama se movía. A pesar de la fiebre oía los comentarios que venían del comedor -"¿No crees que ha sido por mi culpa?" - ¡No, hija! Se ha tirado porque es así de rara - "En el fondo me da pena..." - Eso sí, porque a tí no ha salido - "No sé si llamar al médico..." - Para eso siempre hay tiempo... ¿Nos tomamos un chinchón para celebrar lo bien que lo hemos pasado? - "¡O dos! jajajajaja".

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