sábado, 28 de enero de 2012

Unos amigos nos invitaron a cenar y surgió un dilema entre la abuela y yo ¿Qué llevamos como presente de cortesía? Ella enseguida lo tuvo claro: Hambre. Discutimos un rato: - "Si nos invitan es porque quieren ¿no? entonces ¿por qué tenemos que hacer un gasto nosotras?" - No estamos obligadas pero es lo que se hace. - "¿Es una tradición? pues se rompe y en paz" - Así hubiésemos podido seguir hasta el día del Juicio y decidí cortar por lo sano - Toma 20 euros y compra lo que te parezca. No vamos a presentarnos en esa casa son las manos vacías. -
Ya estábamos listas para salir cuando se me ocurrió preguntar qué había comprado: ¿flores? ¿una bandeja de pasteles? ¿un Rioja? - "Una botella de chinchón. En esa casa nunca hay. Y una bolsa de Quelitas, así no pasaremos hambre porque suelen poner unos platos raquíticos" - Porque son aficionados a la cocina de diseño... Pero bueno, no se trataba de comprar lo que te guste a tí sino lo que les pueda gustar a ellos. Ahora tendremos que pasarnos por el super y hacer otro gasto. ¡Y las quelitas las dejas aquí! - "Las meteré en el bolso... Y nada de comprar otra cosa, ¡estamos en crisis! Llevamos el chinchón y van que chutan y si no les gusta me lo traigo para casa" - ¡Eso, avergüenzame! - Y supuesto, no me libré de que nos acompañara Pascualita.
Volvimos a casa muertas de risa. La abuela dijo al entregar la botella de licor, que era la última moda entre los grandes cocineros (y nombró algunos con gran convicción, poniendo en su boca cosas que no habían dicho nunca.) Nuestros amigos lo creyeron a pies juntillas y esa noche lo usaron para cocinar y para brindar, (cada vez salían más motivos para hacerlo). Como no estaban acostumbrados cayeron pronto, cosa que la abuela aprovechó para hincharse de galletas y sacar a Pascualita del termo para que bebiera con nosotras.
Al día siguiente nos llamó la anfitriona y con voz aún pastosa, dijo que se lo habían pasado de miedo, que teníamos que repetir cuanto antes y que ya había recomendado el chinchón a sus amigos, gente de categoría, concejales y demás. También les había comentado que el lico era alucinógeno porque, aunque vagamente, recordaba haber visto un pequeño monstruo, más feo que Picio, que libaba el chinchón del dedo de la abuela - ¿No os pasó lo mismo? - No - dijimos inocentemente - Que raro ... a mi marido sí, jajaja... Por cierto no sé si os dije que acaban de ascenderlo... ahora es inspector de policía jijiji...

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