domingo, 1 de enero de 2012

La Nochevieja se celebró por todo lo alto en el Funeral. Hubo música, baile, serpentinas, confetti, matasuegras, cava, mucho cava. La cena estuvo muy buena y nos hinchamos de turrones y dulces a granel. No faltó de nada. Luego las 12 uvas de la suerte que contribuyeron a no pocos atragantamientos sin consecuencias graves.
Esa noche la abuela estaba felíz , era la atracción de la fiesta. En cuanto entramos en la cafetería, anunció a voz en grito que la policía nos estaba investigando porque pensaban que nosotras teníamos al monstruo mordedor ¡Y se quedó tan pancha! Ni siquiera me dio tiempo a taparle esa bocaza que tiene porque, ni remotamente, pensé que haría una tontería como esa. Pero estaba equivocada porque aún hizo otra mayor. Al quitarse el abrigo ví que llevaba el termo de Pascualita. Lo había forrado con tela de lamé dorado para la ocasión.
Le dije que ese trasto no pegaba con el hermoso conjunto rojo que se había puesto para la ocasión. Me miró un momento, como dudando, después soltó:  -"¡Como para hacerte caso! No tienes ni idea de lo que es la elegancia" -
En cuanto hubo soltado la noticia sus amigos la rodearon acribillándola a preguntas. ¡Estaban fascinados! sobre todo las mujeres - ¿Saldrás en el telediario? - "¡Seguro!" - Ay, que ilusión. Ponte muy guapa que te va a ver mucha gente -, - ¡Que suerte tienen algunas! . " Y no es eso todo... ¡También nos investiga un agente de la Cía!" -, - ¡Eso es muy fuerte! ¡Que envidia me das! - Llevada por el entusiasmo del éxito que estaba teniendo, sacó a Pascualita del termo y la colocó como un broche en la solapa de la blusa. Inmediatamente surgieron los comentarios - ¡Que original eres! Solo a tí se te puede ocurrir adornarte con algo tan feo ¡Y hay que ver lo bien que te sienta! - ¿Puedo tocarlo? - "No. Se mira pero no se toca" - ¿Esto es lo que muerde? - dijo una de las mujeres - "¿Esto? jajajajajaja" - salió la abuela por la tangente.
Mucho después de que dieran las 12 convencí a la abuela para que encerrara a Pasculita en el termo. Llevaba mucho tiempo respirando aire y aunque cada vez lo hace durante más tiempo (¿estará  mutando?) no hay que abusar. De madrugada fue al lavabo y me dejó el termo para que se lo guardara. Una mano muy agil lo arrebató de la mesa, cuando quise darme cuenta lo único que ví fue la espalda de un vestido verde. La arrinconé contra una nevera. La mujer había destapado el termo y al ir a meter la mano Pascualita saltó como un resorte y cayó entre los turrones. Frenética, busqué entre los papeles de colores pero el bicho, escurridizo, no se dejaba atrapar. La abuela vino junto a mí - "¿Ya la has perdido?" - Me la ha quitado ésta - y señalé a la mujer de verde. La abuela se encendió - "¡es una envidiosa!" - agarró a Pascualita de la cola y haciendo un molinete, se la lanzó pero no fue en ella dónde aterrizó la sirena. La puerta del Almacén estaba abierta, dentro el dueño del Funeral colocaba botellas, agachado y dejando ver esa raja tan poco erótica del final de la espalda. ¡Ahí cayó Pascualita! Se aferró con uñas y dientes a esas carnes fofas para no caerse. El hombre, sin saber qué ocurría a su espalda, chillaba como un cerdo en sus últimos momentos de vida pero era tal el jaléo en la cafetería que nadie le oyó. En un santiamén Pascualita volvió al interior del termo con un pedacito de carne peluda entre los dientes. Afortunadamente nadie, ni la mujer de verde, borracha perdida a esas horas, se enteró de nada. Nosotras seguimos en la fiesta como si nada hubiera pasado y aún es la hora en qué el dueño del Funeral intenta explicarse qué fue lo que le atacó.

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