domingo, 8 de enero de 2012

Estamos un poco asustadas por todo lo que está pasando a nuestro alrededor. Es como estar rodeadas por una red invisible que va estrechando su cerco. Nos volvemos suspicacez y creemos que todo el que nos mira es un espía, bien de la policía, bien de la Asociación de Afectados por los Mordiscos (AAM) aunque, pensándolo bien, nadie nos ha dicho que esa asociación exista.
La abuela, que siempre va a lo suyo y parece vivir en otro planeta, está asustada. Ayer mismo, al vaciar la cesta en la que traía la compra del mercado, encontró, en el fondo, un papel con el dibujo de un gran ojo y una advertencia: NO TE QUITAMOS (y aquí venía el ojo). Las tres palabras estaban recortadas de una revista. Era un ánonimo en toda regla.
¡Por fin una alegría entre tanta incertidumbre! En el autobús se ha sentado a mi lado un señor elegante, simpático, de voz aterciopelada  y sonrisa deslumbrante. Me ha saludado con cortesía (cosa que no hace nadie que se te ponga al lado en el bus) y poco después estábamos hablando como si nos conociéramos de toda la vida. Se le veía muy interesado por mí. Hemos bajado en la misma parada y a insistido mucho (dos veces) en invitarme a tomar unas cañas. Dos horas después y con unas cuantas cervezas encima, me sentía feliz. Ese hombre extraordinario me estaba haciendo la corte descaradamente. Ha insistido en acompañarme hasta el portal de casa y allí me ha besado en los labios sin que yo pudiera resistirme (¿para qué?) luego hemos quedado para ir a cenar. Le he dicho que sí antes de que acabara la frase. Si a plena luz del sol el beso ha sido memorable, ¿cómo será una velada a la luz de la Luna? ¡Uf. No quiero pensarlo!
La abuela y Pascualita me esperaban despiertas. Les he contado que Blas (es su nombre) me esperaba con una orquidea en la mano (es una pena que no le hubiese quitado la etiqueta del Eroski). La mesa del restaurante, pequeña y tapada con una mantel a cuadros rojos y blancos, cojeaba. A pesar de la escasa luz de la vela me ha parecido ver algunos lamparones. Hemos comido una sopa y hamburguesa con ensalada. Como música de fondo el Carrúsel Deportivo. Blas no ha parado de hablar con esa voz de bajo que tiene, sobre todo me susurraba al oído y me ponía los pelos de punta. A mitad del segundo plato he sentido un agradable cosquilleo subiéndo muslo arriba. El rubor ha cubierto mis mejillas (¿no iba demasiado deprisa?... No) Después le he mirado para que viera en mis ojos la felicidad que me embargaba ...¡y del salto que he dado he puesto la mesa patas arriba! ¡Blas tenía sus dos manos sobre la mesa! ¿Entonces...? ¡¡¡Una cucaracha!!!. ¡La que se ha liado!. De vuelta a casa y supongo que para compensar, me ha besado mil veces y he disfrutado cada beso, es verdad pero la mágia se había roto cuando vi al insecto.-"Crees que viene con buenas intenciones?... No sé, no sé..." - ¿No estás contenta, abuela? Por fin tengo algo parecido a un novio - "Ya, pero ¿no será un parado de larga duración? Necesitamos alguien con la cartera llena para capear la crisis... ¿quizás el hijo de Andresisto...?" - ¿Pero no está casado? - "¿Y qué? A grandes males, grandes remedios?" - ¿No te importaría que fuera una mantenida? - La abuela y Pascualita hicieron el mismo movimiento de cabeza (¡NO!) Cuánto sabe este bicho. Enfadada, me quité el abrigo con rabia y un papel cayó del bolsillo - ¡Oh, no. Oh, no! - grité asustada - Era una nota idéntica a la que había encontrado la abuela en la cesta de la compra. Pascualita enseñó los dientes con rabia al ver el ojo dibujado y mientras yo lloraba a moco tendido la abuela le daba vueltas al papel hasta que explotó: "¡Calla ya, sosa !Es el mismo ¿No te acuerdas que te lo guardaste en el bolsillo?

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