martes, 13 de diciembre de 2011

Estamos de morros. Tuvimos bronca al día siguiente de la sonada fiesta porque, encima, no fue capáz de ayudarme a limpiar con la excusa de que le dolía la cabeza; de otra persona lo hubiese creído pero de ella no. Se levantó vaga y me tocó a mí bailar con la más fea
Hoy han sido mis amigas las que han venido a casa. El motivo ha sido una reunión de taper. A la abuela no le ha hecho ni pezca de gracia, no le gustan las reuniones a no ser que las organizce ella. Tampoco le gustan mis amigas, dice que son insulsas y que no piensa estar en la reunión porque prefiere aburrirse sola. He preparado un gató y he comprado helado y unas pastitas de té.
Nos hemos reunidos diez mujeres en torno a la presentadora. La cosa ha empezado muy bien, el ambiente era muy grato. Anotábamos recetas, reíamos las salidas de unas y otras, escuchábamos las explicaciones sobre la utilización de los cacharros hasta que la abuela ha entrado en el comedor con el orinal en la mano. Me he quedado helada - "Buenas tardes a todas  - después se ha dirigido a mí - ¿Quieres mirar si tengo arenilla en la orina? Es que siento molestia en los riñones, saben - ahora se dirigía al auditorio - y sin gafas, que no se dónde las he puesto, no lo veo... Miren, miren ¿no les parece que el pipí tiene un color un poco oscuro?" - y paseó el orinal ante las narices de todas. Conteniendo la rabia conseguí que mis palabras sonaran normales - Luego lo miraré, abuela, ahora estamos en plena reunión - Cuando se fue hubo un poco de revuelo entre mis amigas que procuré aplacar - No le hagáis caso, ya tiene una edad y la cabeza empieza a fallarle. - Un rato después volvió la abuela con una taza humeante de café con leche en una mano y en la otra el gató que yo había hecho. Se sentó a la mesa donde estaban expuestos los taper, apartó unos cuantos, rompió con las manos un trozo de pastel, lo mojó en el café con leche y se puso a merendar delante de todas como si solamente estuviéramos allí ella y yo - "¿Te acuerdas de Pedro Pérez? aquel que tiene una casita de aperos en las afueras de Algaida... dice que me la dejará en herencia si nos acostamos juntos ... ¿Tú qué harías?" ...- luego, mirando en derredor, dijo - ¡Ofréceles algo de beber a estas mujeres! Deben estar secas, sobre todo esta que no para de hablar ¿quiere una copita de chinchón, buena mujer?" - ¡Abuela! - "¡Que cosas más monas! Me llevo esta". - y salió del comedor con un cuenco de colores bajo el brazo. Así estuvo toda la tarde pero, cuando yo creía que ya no podía hacer nada más, se presentó ante nosotras con Pascualita colgada del pecho como si fuera un broche. ¡No lo podía creer! La exponía delante de extrañas - ¿Qué es eso, abuela? preguntó una de mis amigas - "¿Está tú abuela aquí?" - Me refería a usted jajajaja - "¡Ah! jajajaja, que graciosa.  No soy tu abuela, bonita, si quieres una cómpratela en las rebajas" - ¡¡¡Abuela!!! - Pascualita lo estaba pasando mal, temía caerse y se agarraba con fuerza al jersey, además empezaba a ahogarse pero su querida amiga no se enteraba de nada porque estaba encantada estropeándome la tarde. Una de mis amigas, intrigada al ver cómo se movía el "broche" se levantó para verlo de cerca - ¡Que original! ¿Dónde lo ha comprado? - e hizo lo nunca debe hacerse ante una sirena asustada ¡la tocó! y se llevó un mordisco de campeonato. Llena de rabia, arranqué a Pascualita del dedo herido que empezó a hincharse exageradamente y aprovechando el revuelo, llevé al pobre bicho hasta la pecera de mi cuarto. Los gritos se oían en la calle a medida que el veneno iba haciendo su efecto. - ¿Te  has pinchado? - preguntaban - "¡Que manía de tocar lo que no es vuestro. Te está bien empleado!" - Ni qué decir tiene que la reunión acabó como el rosario de la aurora - ¿Y ahora qué? ¿a esperar que vuelva la policía? - "No hay mal que por bien no venga. ¿Quién te dice a tí que no puedas encontrar novio entre ellos? Nos visitan tanto ultimamente que todo puede ser. Dicen que el roce hace el cariño ¡Rózate con alguno, a ver si cae la breva y te caso!

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