lunes, 14 de noviembre de 2011

El móvil sigue bajo el agua y la abuela ni nos mira a Pascualita y a mí. Nos ha borrado de su lista de amistades. Ahora soy yo quién da de comer a la sirena y tengo que hacerme la comida. Nos está saliendo cara la victoria. Pascualita pasa más tiempo en el borde de la bañera rosa que en remojo, con la vista fija en la abuela, pendiente de sus movimientos, ansiosa porque todo vuelva a ser como antes. Quizás la pobre no sepa lo que es el rencor pero la abuela sí y el dolor de la mano, que aún está un poco hinchada, no deja de recordarle la faena que le hicimos. He pensado que podría regalarle un móvil nuevo pero,con lo orgullosa que es, no sé si lo aceptaría
Hablo y hablo con la sirena, haciendo planes que ayuden a descongelar la atmósfera gélida que hay en casa pero no encuentro ninguno razonable, claro que... ¿y si fuera estrambótico?, vamos, como ella.
A la hora de la comida miro con envidia su plato: unos canelones que huelen a gloria frente a mis patatas al vapor con unas tristes espinacas hechas por mí. Decido que esto no puede seguir así y me arriesgo - ¿Te has enterado de lo del Urdangarín? - "¿Quién es ese?... ah, sí... ¿qué le pasa?" - Se ha comprado tres pisos en Palma... - "¿Y?" - Chascando los dedos - "¿Qué quires decir?" - Sin pasar pena, vamos - "Esta gente, ya se sabe... " - Y los hemos pagado tú y yo - (ha levantado los ojos del plato y me ha mirado) - "Con mi paga ... No es verdad..." - Bueno. Tu misma... - "Esta gente tiene dinero..." - Ya. Pasó cuando estaba Matas... (lo dejé caer porque no lo puede ver desde que se compró el palacete) - "¡¿Cogieron mí dinero?! Pero si les sobra" - El dinero nunca sobra, abuela. - Se levantó de un salto, fue a su cuarto a por el bolso y salió como una flecha - ¿A dónde vas? - "A sacar los ahorros del banco. ¡Son míos y no quiero que me los toquen!" - A estas horas ya está cerrado. Come tranquila - "¡¿Tranquila?! ¡Yo no tengo la sangre de horchata como tú!" - (siempre me cae alguna andanada) Durante un rato no hizo más que remugar. Pascualita y yo estábamos expectantes para ver por donde salía. Por fin dijo algo inteligible - "... lo tienen todo, hasta lo que les harán cuando mueran" - (¡Ahora la tenía donde quería!) - Tu también puedes saber eso - "¿El qué?" - Lo que se hará cuando te mueras - "¡Vaya cosa! ¿Qué me van a hacer? pues lo que a todo el mundo" - Solo si tu quieres... Se me ocurre una idea. Imaginemos que ya te has muerto y pensemos cómo te gustaría que fuese todo el ceremonial que conlleva. Piensa que es el último acto social de nuestra vida - "Tienes razón" - Mientras daba vueltas a su cabeza tiró, distraídamente, un poco de lasaña al "acuario". Pascualita se zambulló inmediatamente, a por él. - "Quiero que me maquillen y me quiten unos cuantos años... unos diez. No quiero funeral, es una pesadez... el velatorio sí, por supuesto. Mis amistades deben verme y envidiarme por mi buen aspecto - (¡Jesús!)  - Me encantaría un bonito responso mientras suena el Mediterráneo de Serrat. Sería un buen colofón a mi vida... ¡Oh, sí. Me encanta! Después de dejarme en el crematorio, me gustaría que os acordárais de mi ante una buena taza de chocolate con ensaimadas..." - ¿Con todos tus amigos del Funeral y la familia?¡Saldrá por un ojo de la cara! - "No te peocupes, hija. Esta misma tarde iré al notario para que incluya una cláusula en mi testamento que diga que es mi último deseo que la factura la pague el Duque. Será como si la pagara yo ¿no te parece? jejejejeje... Ay, parece que me has levantado el ánimo... ¿quieres más lasaña, Pascualita?

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