domingo, 6 de noviembre de 2011

6 de noviembre de 2011

La abuela salió hecha un pincel de buena mañana. Al cuello, como siempre, llevaba a Pascualita en el termo que lucía funda nueva pues, como dijo ella, la ocasión lo merecía. Lo había tricotado con los colores de la bandera de Mallorca y para que se viera mejor y nadie se llamara a engaño, se vistió completamente de negro, cosa rara en ella a la que le encantan los colores subidos de tono.
Iba a ver una sesión del Parlament. Presintiendo futuros males, le recomendé que no tomara la copita de chinchón con la que acaba su desayuno todos los días. Me dijo no saber a qué venía eso, al fin y al cabo ese licor la ayuda a ver la vida de otro modo y le levanta el ánimo (a veces, demasiado) - Es mejor que no te huela el aliento de buena mañana - dije sin ánimo de crítica aunque ella no lo entendió así porque levantó una ceja y me miró como si me estuviera perdonando la vida. - "¿Desde cuando hace daño una copita por las mañanas?... siempre serás una mojigata. Vale. Te haré caso pero que te conste que si me duermo a media sesión será culpa tuya y como quiero enterarme de todo, a mi regreso me vas a oír" - Dejando sobre mí la amenaza de una buena bronca, salió de casa tal como lo haría Nefertiti, con la cabeza bien alta.
A media mañana entró en casa como un torbellino. Venía enfadada, gesticulando y soltando sapos y culebras a través de sus viejos labios. Me temí lo peor y me arrepentí de no haberla dejado beber su chinchón. ¡Dios mío, la que me esperaba! Pero, no. Su escandalera no iba dirigida a mí sino a los políticos. Los puso a todos de vuelta y media, tanto a los que votaba como a los que no, a derecha e izquierda pasando por independientes y nacionalistas. Nadie se escapó de su furia. La tapa del termo estaba abierta y Pascualita, asomada mirándo a diestra y siniestra como si buscara a alguien a quién dar un buen escarmiento. Su pelambrera de algas estaba erizada y los dientes salían y entraban, amenazadores, de su boca. Me mantuve a una distancia prudencial. - ¿Qué te ha pasado que vienes tan enfadada? - "¡No te lo vas a creer! ¡Nos han echado del Parlament!" - Un sudor frío corrió por  mi espalda ¿qué habrían hecho estas dos ? Estaba que segura que, de un momento a otro, llegaría la policía y se las llevaría esposadas. Bueno, no creo que a ningún policía, por valiente que fuera, se le ocurriera coger a la sirena en el estado en que estaba. Era una bomba de relojería, aunque la abuela no se quedaba atrás.
"Si supieras qué vergüenza he pasado... Toda esa gente, bien vestida y trajeada, a los que, seguramente , sus padres pagaron buenos colegios para que los educaran como Dios manda, gritaba y se insultaba como si fuesen verduleras... qué digo, ¡hasta las verduleras se avergonzarían de ellos y ellas! Menuda tropa. Parecían tan formalitos en sus sillas hasta que abrían la boca, entonces se acusaban como los niños en los colegios: el ladrón eres tú..., no tú..., pero tú más... eres una tal... y tú una cual... Mira, al final he saltado de la silla. Me he puesto en medio de todos mientras uno al que llamaban Señor Presidente, no paraba de decir que me echaran de allí. ¿A mí? ¡Que se atrevan!, le he gritado. Este sitio lo pago yo con mis impuestos y también tu nómina y la de todos vosotros. ¿Y qué hacéis con mi dinero? ¿insultaros y hecharos las culpas unos a otros? Para eso no os necesitamos. ¡Aquí venís a trabajar y si no servís iros a picar piedra! . Luego han venido unos hombres vestidos de uniforme que me han cogido de los brazos mientras todos los políticos me ponían a parir. Gritaban ¡fuera, fuera! No me he podido reprimir así que les he arreglado las espinillas a aquellos dos y en cuanto me han soltado he hecho un corte de mangas general. ¡Menudo jaleo se ha montado!. Incluso ha venido la policía..." - ¡Ay, madre y eso que no había bebido el chinchón! - ... han vuelto a cogerme entre unos cuantos pero yo no me quedaba corta dando tortazos a diestro y sinietro., entonces Pascualita ha salido en mi defensa ¡que sería de mí sin ella! en cambio si hubiese ido contigo, seguro que te metes debajo de una silla y dejas que me linchen... ¡Que triste es llegar a vieja y ser tan indefensa!"... - ¡Lo malo es que lo estaba diciendo en serio! -... Pascualita ha saltado como un rayo ante el primer atacante que se le ha puesto a tiro, después a otro y luego a otro, no daba a basto. Se ha portado como una jabata y le he dicho que le haré una funda para el termo, de flores y con el signo de paz de los hippys... Bueno, al final, como todos me soltaban para llevarse las manos a la cara, he cogido a Pascualita y hemos salido corriendo de allí. Al salir aún se oían los gritos de aquel gallinero... Ahora sí que me voy a tomar una copa o dos de chinchón, a ver si se me calman los nervios... Ya ves, con la ilusión que me hacía ir a una sesión del Parlament. Esta tarde me iré al Funeral y lo pasaré mejor con mis amigas. Allí, por lo menos, nos reímos" - Cogí la botella de chinchón y dos copas. Esa mañana nos pusimos contentas, incluso Pascualita, a la que la abuela dejaba que le lamiera el dedo que, previamente, había mojado en el licor.

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