domingo, 30 de octubre de 2011

El origen de la Historia de Pascualita.

Ayer ocurrió un acontecimiento extraordinario en la cocina de casa. Tenía hambre y decidí prepararme un bocata de sardinas.

Abrí la lata y allí estaban cuatro hermosas sardinas en aceite como cuatro soles. Las fui sacando con ayuda del tenedor y ninguna se resistió salvo la última. Saltó de la lata y se arrastró sobre la mesa poniéndola perdida de aceite.

Al ir a clavarle el tenedor para detenerla sacudió unos bracitos con las manos abiertas igual que una star diciendo ¡¡¡Fotos, no!!! ¡Que impacto me causó! ¿Qué era aquello? ¿Un feto? ¿Un pescao malmatao? ¿Un Indignado del 15M camuflado?

Calándome las gafas observé el fenómeno y la conclusión a la que llegué fue que era... ¡una sirena!

Más fea que un pecado; con una mata asquerosa de pequeñas algas en lugar de la cabellera que, se supone, tendría que lucir. Entonces caí en la cuenta de que nadie, nadie, pero nadie, ha visto jamás una sirena, salvo servidora y puedo decir que la imaginación es libre porque el bicho que ahora guardo en una pecera, no tiene nada que ver con las leyendas.

¡Ah! y cuidado con la pequeña dentadura de tiburón que se gasta. Te arranca un dedo antes de decir amén.

Tengo que cambiar el agua de mar de la pecera cada dos por tres hasta que se vaya todo el aceite en el que estuvo conservado el bicho.

Por cierto, le he puesto un nombre: Pascualita... ¿qué por qué?... Porque ese día era San Pascual Bailón.

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