domingo, 30 de octubre de 2011

5 de octubre

Pedí permiso, tìmidamente, para entrar en el Club: Es que le he dicho a la abuela que vendría... "¡Claro, hija,! pasa, pasa. El grupo de tu abuela no tardará en actuar" El local estaba a rebosar y se respiraba un ambiente de loca alegría  Estos mayores saben divertirse.
Por fin, vestidas con faldas vaporosas, cortas y de color fresa chillón y blusa anudada sobre el estómago, flores de mil colores en el pelo, el grupo se situó sobre el escenario. Reconocí a la abuela cuando vi que una de las "fresas" colocaba delante de ellas un florero de cristal, cuadrado y ancho, lleno de agua, con una rara sardina dentro. ¡¡¡Dios mío. Era Pascualita!!!. Allí estaba, expuesta a las miradas curiosas y miopes de la concurrencia. Me quedé helada.
El bicho también llevaba unas florecillas en su mata de algas ¡No me lo podía creer! Estaba inmovil en la improvisada pecera. De repente la consabida música discotequera atronó el local y todas, sirena incluída, se pusieron a bailar siguiendo el ritmo y olvidándose de artrosis, osteoporosis y demás enfermedades terminadas en osis. Cuando acabó la representación, una señora que llevaba la voz cantante y que luego supe que era la directora del Club, se acercó para ver que era "aquello que había en el agua" La abuela estaba al quite: "Es un juguete japonés que me trajo mi nieto del Japón" - ¿Esto es un juguete? No me lo parece. Es una cosa viva - "Pero que dices, si he tenido que darle cuerda antes de empezar la actuación" -¡Déjamelo ver! - "¡Ni hablar" - Los gritos subieron de tono, las manos aferraron el florero tirando de un lado y de otro; el agua fue mojando el suelo haciéndolo resbaladizo y pronto hubo abuelas despatarradas patinando y sujetándose unas a otras para levantarse, sin conseguirlo Las dos mujeres parecían unas leonas desmelenadas, una defendiendo lo suyo y la otra, llena de envidia, queriendo arrebatarselo. La gente fue tomando partido por una y otra: ¡¿Pero por qué quiere quitárselo? Déjala, mujer! - ¡Quítaselo a la creída esta, que para eso eres la Directora! Allí se montó un zafarrancho de combate.
Como pude fui pasando entre las piernas de aquellas locas, llevándome más de una patada en los riñones. Al final vi a Pascualita dando estertores y a punto de ser pisoteada por un montón de tacones  de aguja (que aún no me explico como podían aguantarlos aquellas piernas varicosas y juanetudas pero menuda energía se gastaban, lo digo porque aún conservo moratones)Salí corriendo con Pascualita metida en el bolso y llegue a meterla en la pecera justo cuando daba las últimas boqueadas. La abuela vino después, con gesto preocupado pero al ver a la sirena sentada sobre la pecera se alegró y poco después, mientras ella  tarareaba, estaban las dos bailando.

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