domingo, 30 de octubre de 2011

14 de octubre

Mareada me tienen estas. Desde hace dos semanas se están preparando para ir a los toros. La abuela llegó excitadísima anunciando: "¡Viene Cayetano, viene Cayetano!" - Me cogió descolocada y no supe reaccionar - ¿Quién es Cayetano? ¿otro novio? - "Cuánto te queda por aprender, hija mía. Si en vez de leer tanto librajo, vieras más programas del corazón sabrías de quién hablo. Cayetano es el hijo de Carmina... ¿tampoco sabes quién era?" - Pues... ahora no caigo... ¿alguna vecina que ya no vive aquí...? - "Pascualita ¿tú la oyes? es burra como ella sola" - Durante un rato me estuvo poniendo al día de "las cosas que hay que saber para poder andar por la vida" y luego ordenó - "Vamos a ir a la corrida" - Ese "vamos" me mosqueó. ¿Me incluía a mí... y a Pascualita? Me negué en redondo - Ya te lo puedes ir quitando de la cabeza. No iremos - Al no comentarme nada más pensé que la habría convencido pero mi sorpresa fue cuando la encontré enseñándo a aplaudir a la sirena. Se ponía a batir palmas delante de ella y la otra la imitaba. Luego la  abuela cogía un paño de cocina a modo de capote y toreaba a un imaginario toro. Cada pase era aplaudido por Pascualita. Y para que el ambiente fuera más propicio, ponía música de pasodoble. - Abuela, Pascualita no puede ir a la Plaza, ni aplaudir como una descosida. No te das cuenta de que la van a ver - "Ya he pensado en eso. Mira. Con un cuter he hecho una ventana en el tapón del termo. No estará bien cerrado, solo un poco y así podrá mirar lo que pasa en el ruedo y sobre todo, verá a Cayetano... ay, es taaaaannnn guapo" - Abuela ¿qué diría el del descapotable si te oyera? jejejeje
Al final me dejé convencer. entre otras cosas porque ella pagó las entradas y no fue tacaña, no, ya que sacó dos asientos de tendido bajo - "Es que, desde aquí, se verán mejor los ojos verdes" - La miro y me hago cruces.
Una vez en la Plaza desenroscó el tapón del termo hasta dejarlo casi suelto para que Pascualita tuviera un poco más de holgura. La abuela estaba hecha un flan. El ambiente taurino le subía la adrenalina. Se había puesto un mantón de Manila que sacó del fondo de un cajón de su armario y que yo no recordaba haber visto nunca y se colocó un clavel reventón en el pelo - "Es para tirárselo a Cayetano" - dijo ilusionada.
Mientras hablábamos, un hombre se sentó a su lado y al poco, la piropeó. Me di cuenta de que iba bebido pero, antes de poder comentarlo, ella ya le respondía, graciosa. Y así estuvieron hasta que salieron las cuadrillas y ya no tuvo ojos más que para Cayetano. Entonces empezó a contarle todo cuanto pasaba en el ruedo a Pascualita. el hombre creyó que le hablaba a él y acabó mosqueado porque él venía por otro de los toreros que, a su juício, era el mejor de la terna.- ¡Déjeme ya de Cayetano, hombre, que me tiene loca la cabeza y no me concentro en la faena! ¡Calle un poco, cacatúa! - La abuela se picó y con desparpajo le soltó - "¡Cacatúa tu madre! Estoy hablando con mi amiga, imbécil!" - Empecé a tragar saliva. Aquello empezaba a pintar mal. En el ruedo, el torero de nuestro vecino se estaba luciendo y la plaza aplaudía a rabiar, también Pascualita, que no distinguía entre el torero de ojos verdes y el otro. Eso tampoco gustó a la abuela, enfadada como estaba, con el aficionado de al lado. -"¡A ese no le aplaudas, Pascualita, solo a Cayetano!" - El hombre me miró con sus ojos de borracho y dijo - Pero si el guardia civil que lleva al lado no se mueve, tía loca. No se para que venís a los toros si no tenéis ni idea. !Ese que está ahí, en la arena, es el torero más grande que ha parido madre! - "¿Ese? si es más feo que pegarle a un padre" - ¿Acaso te has visto en el espejo, fantoche? - Yo, por lo bajini, para no liar más las cosas, rogaba - ´vamosnos, abuela. Por favor - "¡Calla ya!. No nos vamos hasta el último toro de Cayetano. ¿Te da miedo esta media puñeta? si no tiene un guantazo... ¡Pascualita. No aplaudas, coño!" el torero había rematado su faena y le concedieron las dos orejas del toro. La plaza le aplaudía a rabiar y dio la vuelta al ruedo. Cuando pasó delante de nosotras, el vecino le tiró el mechero, la cartera y al ver que no tenía más cosas se giró hacia la abuela y de un tirón le arrancó el termo y también lo tiró a la arena. En la caída, se abrió y ví como Pascualita salía disparada por los aires yendo a caer sobre la cabeza de Cayetano que estaba en el callejón. El bicho se agarraba al pelo con todas sus fuerzas. El torero, que notó el golpe y los movimientos extraños, la cogió sintiendo un repelús que le sacudió todo el cuerpo. Entonces le vimos agitar con fuerza el brazo mientras la sirena le clavaba con los dientes en los dedos, asustada. Un movimiento más brusco la desprendió y fue a parar a la cara del maestro, en su naríz, junto a sus ojos verdes, que lagrimeaban de dolor mientras la otra mordía a diestro y siniestro, defendiéndose.
No se cómo lo hice pero en dos saltos bajé al callejón, arranqué a Pascualita de la cara del pobre hombre, le pedía al banderillero del otro torero que me diera el termo que tenía en las manos, metí en el a la sirena y salí corriendo por el callejón hasta dar con una puerta abierta. Seguí corriendo hasta casa para meter a Pascualita en su pecera a donde llegó boqueando. Mucho más tarde llegó la abuela. Venía alterada: -"¿Puedes creerte que la policía quería llevarme detenida por escándalo público? al final se han llevado al borracho. Ya sabes que cuando quiero, soy convincente" - Esa noche, en el telediario, dijeron que Cayetano suspendía una lucrativa sesión de fotos propagandísticas por "extraños motivos extrataurinos" ocurridos en la Plaza de Palma. Yo sabía que, ahora mismo, debía tener la cara y la mano, hinchados y doloridos a causa del veneno. -Menuda se ha montado por tu culpa, abuela - Y ella, tan pancha, suspiró diciendo - "Que envidia me das, Pascualita, de haber estado tan cerca de esos ojos, ¡Aaaayyy!"

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