domingo, 30 de octubre de 2011

1 de octubre

A medida que van pasando los días, la sirena descubre que hay cosas en la superficie terrestre que le agradan o quizás es porque la abuela le transmite la ilusión por lo que le gusta a ella. El caso es que las dos toman el sol. En la azotea de casa está la tumbona de la abuela, donde toma el sol en bikini y bien untada de aceite de oliva porque dice que donde esté lo natural que se quiten todos los potingues. Junto a ella pone la pecera, coge a Pascualita, le pone su ración de aceite en el trozo "humano" del bicho "para que coja colorcito que la pobre está que da grima verla" Luego la abuela se tumba tan ricamente mientras Pascualita, subida en el borde de la pecera, disfruta de los rayos del sol entre zambullida y zambullida.
El primer día casi tuvimos una desgracia irreparable porque la piel de Pascualita solo está preparada para las grandes profundidades. Al poco rato de estar en la azotea, la sirena ya tenía el color de una gamba. Se lo comenté a la abuela pero me dijo que no pasaba nada porque "lleva mucha protección" Poco tiempo después, su "cabellera" comenzaba a sacar humo y Pascualita cayó como un plomo dentro de la pecera. ¡Abuela. que tiene una insolación de caballo! Y así fue. Yo no sabía qué hacer pero, como siempre, allí estaba mi abuela dispuesta a salvar a su amiga. Le puso gasas mojadas en vinagre y allí olía a sardinas en escabeche, crema nivea; llenó un cacharro con agua freca de mar que había metido antes en la nevera y sumergió allí a Pascualita que estaba en estado comatoso. Machacó una aspirina y le dio una pizquita mezclada con agua. Y se quedó en vela toda la noche y el día siguiente, atendiéndola. No dijo nada pero se la veía muy preocupada. Le tenía puesta una vela a la estampita de Santa Rita, patrona de los imposibles. Dos días después Pascualita revivió, después se peló. Creo que no he tenido nunca una visión más fea que esa. Ahora está morena, las dos lo están y siguen tomando el sol en el terrado como si nada hubiese pasado. Y como este episodio las ha unido más, si cabe,he pensado que la abuela puede ayudarme en mi campaña para volver vegetariana a la sirena. Esta mañana he ido a la playa y he recogido un puñadito, variado, de algas y le he pedido que se lo de. Ahora, mientras Pascualita, sentada en el borde de la pecera, las mastica con cara de asco y ha hecho con ellas una bola que se pasa de un carrillo al otro, presiento que ganaré la partida... ¡Oh, será desgraciada!... ¡Acaba de tirármela en el ojo!...¡¡¡ y no llevo las gafas puestas!!!

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