martes, 23 de abril de 2024

San Jorge, Jordi, Geooooorge, etc.

La Cotilla entró en casa como una exhalación y se encerró en la cocina. - ¡Avemariapurísimaaaaaaa! - ¡Oiga, que no he terminado de desayunar! (y Pascualita tampoco, huy, huy, huy...) 

Puse la oreja en la puerta y escuché quejarse a la vecina sobre MI MODO de desayunar - ¡¿Cómo vas a encontrar novio si, cada día, montas un pollo con el cola cao?!Ya eres mayorcita para seguir tirándolo por todo!... ¡¿Dónde demonios está la fregona?!

- ¡Abra y la ayudaré! - ¿A qué? ¿A caer? No, gracias. - ¡¡¡ABRA, COÑIIIIIIE!!!

Por una vez, me hizo caso. Entré en la cocina y divisé a la sirena escondida tras el estropajo del fregadero. La escondí en el bolsillo de la bata y bebí el poco cola cao que quedaba en la taza de Pascualita ¡Puag! 

La Cotilla estaba frenética. Iba de acá para allá entre sartenes y rebozados. -  Podrías haberme dicho que hoy es el Día del Libro en lugar de pensar en las musarañas. - No sabía que le gusta leer. - ¿Quién habla aquí de leer? Se trata de los libros, boba de Coria. Entre ir a comprar la materia prima y hacerlos, voy a llegar a las tantas para venderlos.

- ¿No me diga que ha escrito un libro? ¿salgo yo? - Te salvas porque tengo mucha prisa que si no la íbamos a tener gorda ¡Anda, vete al balcón a que te de el aire y déjame trabajar!

Poco después se fue como había llegado: ¡A la carrera! - Me asomé al balcón: - ¡Cotilla ¿y las rosas? - ¡TU PADRE! (contestó de muy mala manera) 

Más tarde llamó la abuela: - "Nena, comeremos en tu casa" - ¿Pan con aceite? - "Nooo. Los "libros" de la Cotilla. Ves friendo patatas. Andresito no vendrá. Se lo han llevado al hospital porque se le ha salido la hernia del ataque de risa que le han provocado los libritos de lomo rellenos que iba a vender en la Plaza Mayor... Por cierto, hoy es San Geoooorge. Hazle un regalito a mi mayordomo." 

 Le regalé una coliFLOR que llevaba dos semanas dando vueltas por la despensa.

lunes, 22 de abril de 2024

Relamiéndose.

 Ha entrado un vencejo en casa. Eso sí, está bien educado porque ha piado: - Con permiso. - Y se ha colocado sobre el cuadro de la Santa Cena. Un rato después ha preguntado: - ¿Estamos en Primavera? Pensé que tenía el reloj biológico en perfecto estado de revista pero hace un frío de tres pares de narices. 

Como no supimos a quién se dirigía me erigí en portavoz del resto de personajes pero no me dio tiempo a ejercer como tal. Se me adelantó Pepe el jibarizado soltando su OOOOOOOOOO desde la estantería de la cocina. Mira que le gusta hablar al llavero y eso que no tiene cuerdas vocales ni nada que se le parezca. 

Media hora después, harta de escuchar su soliloquio que no llevaba a ningún sitio, llamé a mi primer abuelito. - ¿Qué dice el pesado ese? - Le está contando la historia de su último día al vencejo... - ¡Oh, no! - Me había olvidado completamente de él y tuve un mal presentimiento. - ¡Quietos! (grité al grupo de comensales, hambrientos siempre y con once meses de ayuno por delante) ¡Y tú, sal de ahí o te comerán estos triperos!

Asustado por mis gritos, el vencejo voló hasta la pila de lavar del comedor donde, a la velocidad del rayo, apareció Pascualita entre las algas, con la dentadura de tiburón dispuesta para el almuerzo. - ¡Vete, vencejo, veteeeee!

No tuve que repetírselo. La Cristalera se entreabrió un poco para que pudiera salir y cerró de golpe para que no entrara el frío. 

Por la tarde pregunté por el vencejo al árbol de la calle: - Los gorriones lo han echado con cajas destempladas, celosos perdidos porque las gorrionas quedaron prendadas al verlo volar como un campeón olímpico.

 

domingo, 21 de abril de 2024

Se calman las aguas.

 Mi primer abuelito tiene un cúmulo de emociones que lo tienen en un ay, desde el día en que lió... lo que lió. Por un lado reconoce que se lo pasó bomba porque llevaba tiempo sin hacer  una pillería. Desde antes de que lo "murieran" (pensó)

Sin embargo su "gracieta" estuvo a punto de costarle el amor de su amadísima Momia. Se sintió mal sabiendo que su hijo era un adúltero y también cuando se enteró de que no... aunque casi. Lo del zapatillazo, según dijo, estuvo bien. - No hay que dejar que los hijos se nos suban a la espalda. 

De los "mandamases" del Más Allá recibió un toque de atención: - Que sepas que has perdido dos puntos de tu carnet de Conducta.

Al comentarlo conmigo le tembló la voz. - Imagínate que no pudiera probarme los maravillosos sudarios, de los grandes modistos, nunca más. ¡Una y no más, Santo Tomás! (gritó, arrepentido)

Lo cierto es que ahora todo el mundo va con pies de plomo, hasta la escoba y la fregona, por si acaso se reparten tortas y les cae alguna. 

Y mientras Pascualita sigue riendo como una loca hay alguien que no puede ser perdonado así viva muchos Brexits: ¡Geoooorge, el mayordomo inglés! ¿Té como agua o caldo a una paella? ¡Vade retro, Satanás!

sábado, 20 de abril de 2024

Va de venganzas.

Los abuelitos han invitado a una paella de marisco que ha hecho su mayordomo inglés, Geoooorge.

Estábamos tan contentos de que lo ocurrido entre Andresito y la Cotilla fuese solo un malentendido que nos olvidamos de vigilar al "cocinero" para que no hiciera lo que hizo: el agua de la paella era té. Fue su "toque británico"

Los vecin@s del barrio esta madrugada se han vengado. Encerrados en sus casa a cal y canto han dormido plácidamente mientras bajo mi balcón una veintena de tunas estudiantiles pagados por ellos, han cantado Clavelitos de las doce de la noche a las ocho de la mañana.

Mi primer abuelito fue quién lió la madeja del malentendido

Entre prueba y prueba de sudarios de alta costura, al abuelito le dio por pensar en sus últimas horas de su vida... - ¡Claro! (se dijo) ¡El cola cao preparado por mi mujer y las magdalenas que trajo la Cotilla, sabían a mata hormigas - "¡Come, bobo, come!"  (le decían y no dejó ni una gota ni una miga) Después llegaron los dolores de la muerte y entró por la puerta grande, en el Más Allá. 

Mandó mensajes sublibinales a la Cotilla y a Andresito (su sustituto en la cama de la abuela) haciéndoles creer que estaban locos de amor el uno por la otra, por muy difícil de creer que fuera.

Cuando se lo contó a la Momia ella hizo lo que se espera de una madre con su hijo díscolo ¡Tirarle la zapatilla a la cabeza! Y vaya si le dio. Aún se le ve el chichón a Andresito.

Pascualita aplaudía a rabiar con sus manitas palmeadas. ¡Como le gustan las peleas a la medio sardina!

 

 

viernes, 19 de abril de 2024

Los vecinos se preguntan: ¿cuántos años tienen?

Llamaron a la puerta. Esos timbrazos lograron que yo ascendiera por una larguísima escalera hundida en una profunda oscuridad hasta ¿el sol radiante? ¡Que va! Hasta la esfera del reloj despertador de mi mesita de noche cuando abrí los ojos legañosos.

Absolutamente despistada, pregunté a mi primer abuelito: - ¿Dónde estoy? - En tu casa, tu cuarto, tu cama... - Está todo oscuro... - Es noche cerrada, nena jejejejejejeje Y llaman a tu puerta. 

Arrastrando los pies me planté frente a la mirilla. La luz de la escalera estaba encendida y pude ver a la Cotilla con Andresito. Seguía teniendo la cabeza como una olla de caracoles mientras me preguntaba ¿Qué hacen estos dos juntos en plena madrugada? ¿Dónde está la abuela?...

Sin pensar, en lugar de abrir la puerta, la llamé por teléfono. Como era de esperar contestó Geoooorge hablando en un inglés lleno de bostezos. Y yo, previsora a pesar del sueño y como no le entendí, antepuse a mi pregunta un castizo: - Para tu padre, por si acaso.

Cuando pude hablar con la abuela todo fueron gritos de ¡Adúlteros! ¡Hijos de tal...! ¡Hijos de cual...!... Así pasó una media hora y luego escuché dos voces de mujer... ¡La bisabuelastra se había unido a la abuela!

El guirigay que se formó en el rellano de la escalera tuvo al barrio en pie hasta que los estómagos pidieron desayunar y la gente fue apagando luces y cerrando ventanas. Más tarde los vecin@s se reunieron en corrillos para aclarar conceptos: - ¿Así que era la suegra...? -¡Había una momia...! - ¿La Cotilla trapicheó con el marido de.. quién? - ¿A cuánto lo ha vendido? - Si pagan bien, lo mismo vendo al mío. - ¿Quién decía con la zapatilla, no, mamá? -

En fin... mañana será otro día.




jueves, 18 de abril de 2024

Chismosas.

Mi primer abuelito apareció a metro y medio del suelo del comedor. Llevaba un sudario vaporoso, de alta costura, tan bonito que iluminó toda la casa como si fuera el nacimiento del primer Sol del mundo.

Y yo, que temblaba como una hoja en la tormenta, me estremecí porque estaba muerta de frío. -Te vas a enfriar, abuelito. El tiempo se ha convertido en una Ola con mayúscula: ahora hace calor, mañana hará frío, al otro nos asaremos y en el siguiente nevará. ¡Que frío, jopelines!

- Ay, nena, me hace tanta ilusión que te preocupes por mi que soy capaz de cambiar este sudario fresquito por un chaquetón de martas cibelinas para que te quedes tranquila. - ¡Eso es carísimo! - En el Más Allá no hay ese problema. - ¡¿Trapicheáis como la Cotilla?! - Con más categoría...

De repente me di cuenta de que no estaba sola. La abuela y la Cotilla, boquiabiertas, no me quitaban los ojos de encima. Es muy estresante que cuatro ojos se te monten a caballito en la espalda y me rebelé: - ¡Fuera, bichos! 

Las Niñas de los Ojos se sintieron ofendidísimas y rompieron a llorar. En ese instante saltó la Fregona reivindicativa: - ¡Ha terminado mi jornada laboral! - Y salió, contoneándose, camino del balcón. Con la cabeza muy alta y la melena al viento. estaba muy atractiva. Al verla, el árbol de la calle abrió su enorme boca de madera y cantó el brindis de la Traviatta.

Las Niñas de los Ojos se tragaron las lágrimas y algunas copas de chinchón of the rocks que se sirvieron de extranjis.

miércoles, 17 de abril de 2024

El enfado de la Cotilla.

 Pascualita se siente Almirante de la mar océana desde que tiene el velero en la pila de lavar del comedor. Todos los personajes de casa han desfilado para verlo. Las exclamaciones de asombro empiezan y no acaban. - ¡Que bonito! - ¡Quiero montarme en él! - ¡Eso es un barco y no las barquitas que teníamos nosotros! 

A quienes más se les caía la baba era a los comensales de la Santa Cena ya eran del gremio marinero. - ¡Te lo compro! - le dijo el de las treinta moneda a Pascualita. Pero ella se hizo la sorda. Lo que resultó ser una mala praxis porque el tío repitió la frase una y otra vez, como un disco rayado hasta que, harta de oírlo, la sirena sacó su dentadura de tiburón a pasear.

Unos días más tarde, la Cotilla se asomó a la pila de lavar para criticar de nuevo el estorbo que era tenerla enmedio del comedor - Con cuatro birriosas algas del mar. - Un día me la llevaré al trapicheo. - ¿A la pila? ¡Por encima de mi cadáver! - Por mi, de acuerdo... - Fue entonces cuando vio la botella con el barco sobre el fondo de arena  donde también reposa el barco hundido.

- ¡¿Qué hace esa botella aquí?! - La sorpresa transformó su voz en un clarín. - Un barco debe estar en el mar ( llevaba tanta verdad esa frase que los personajes me aplaudieron largamente) - ¿Esto es el mar? (señaló la pila de lavar con desdén) ¡Esto es una mamarrachada, boba de Coria! 

Me puso como hoja de perejil por haber profanado su armario sin permiso - ¡Esa botella ES MIAAAAAAA! - Entonces Pascualita salió como un misil hasta la cabeza de la Cotilla y se armó la marimorena...

Ahora, mientras bebía chinchón para calmar el dolor, la animé diciendo:  - Por lo menos, ahora, no tiene ningún  pelo de tonta. - ¡La maaaa... ¡hip! dre que te pa... ¡hip! ri... ooooo!